lunes, 29 de septiembre de 2014

I’ll be there for you

Cinco de junio de mil novecientos noventa y seis. El Sadar lleno de gente viendo a Bon Jovi. Entre esa multitud de personas estaba yo, en el vientre de mi madre. Todavía no había nacido, pero sé que aquel día por muy extraño que parezca me marcó. El Sadar entero cantando cada una de las canciones, entre ellas Livin’ on a prayer, una canción que actualmente me gusta bastante.  Cuando la escucho siento algo extraño en mi interior y puede que sea por lo que cuento, o no, no lo sé, pero quiero creer que sí.  Mi madre me transmite lo que sentía, sentía que yo estaba allí disfrutando al igual que ella, saltando de alegría y sintiendo la música como si la estuviese escuchando yo también de verdad. Ella sentía que era un momento íntimo entre nosotras dos, un acontecimiento muy importante. Que Bon Jovi tocase en Pamplona es algo que parecía imposible.

Puedo decir que desde aquel día tengo un gran vínculo con la música, todos los días escucho música. Lo necesito. Me hace sentir feliz, aliviada, libre… Me hace sentir cosas que otras no pueden. Si tengo algún problema cojo mis auriculares, pongo el aleatorio y me olvido de todo. Si estoy feliz cojo mis auriculares, pongo el aleatorio y disfruto aún más, canto, bailo, la siento. Gracias a aquel día descubrí algo esencial en mi vida, la música. Siempre hay tiempo para escucharla, aunque sea una única canción, pero a todo el mundo le viene bien despejarse por un rato del mundo. Porque eso consigue la música, alejarte de este mundo que a veces nos viene bastante grande. Vaya a donde vaya allí estará conmigo, la música.


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