jueves, 18 de septiembre de 2014

Sus manos y la música

Ojalá pudiese volver al pasado, cuando no tenía preocupaciones. Cuando no me enteraba de nada, o no me quería enterar. En aquella época era completamente feliz. Iba a cualquier lado con una sonrisa en la cara, pero más aquellos días que iba con mi abuelo. Entrábamos por la puerta de la iglesia, pero no la principal sino una que estaba escondida. Nos creíamos espías que nos colábamos en cualquier lugar, siempre estábamos jugando. Subíamos por unas escaleras de caracol que llevaban a lo alto de la iglesia donde se encontraba aquel precioso órgano. Mi abuelo me sentaba en sus delgadas piernas y me hacía sentir importante. Colocábamos juntos las partituras y esperábamos a que la misa comenzase. Yo en esos momentos era la niña más feliz, estaba con mi abuelo y no necesitaba nada más. Bueno sí, la música. La música que él tocaba nos unía, no hablábamos, solo sentíamos cada una de las notas que sonaban. Yo ponía mis pequeñitas manos encima de las suyas y él me guiaba.  Salíamos felices, todo el mundo nos felicitaba, bueno a él.

Lo repetíamos de vez  en cuando, y la verdad es que me hubiese gustado hacerlo más periódicamente. Cada tarde yo volvía a casa y les decía a mis padres que quería ser como él, como mi abuelo. Quería tocar el piano e introducirme en el mundo de la música. Así que me apuntaron a una academia para aprender a tocar el piano, y la verdad es que no me fue muy bien. A mí lo que me gustaba era posar mis manos sobre las de mi abuelo y dejarme llevar. Era bonito aprender a tocar el piano, pero lo que era realmente precioso era tocarlo con él.


Al poco tiempo dejé de ir a la academia, no se me daba muy bien. La verdad es que no he sido muy amiga de los instrumentos. Pero el órgano siempre será mi instrumento favorito por la historia que lleva implícita. 


1 comentario: